¿Quién has aprendido que eres?

3 de septiembre de 2024

Recuerdo una sesión particularmente significativa con un adolescente de 13 años que solía hablar muy poco. Desde el inicio, me encontraba en una constante reflexión sobre si mi enfoque estaba siendo el adecuado. Me preguntaba si era yo quien no estaba haciendo lo suficiente para establecer una conexión genuina con él. Cada sesión parecía una batalla silenciosa para construir una relación cercana y de confianza, y sentía que mi esfuerzo se estaba convirtiendo en un desafío cada vez mayor.

Durante un tiempo, me sentí frustrado y cuestioné mi habilidad para conectar con él. Sentía que estaba fallando en ofrecerle el apoyo que necesitaba. Pero un día, después de expresarle mis inquietudes sobre la dificultad que estaba enfrentando para conectar y de compartir mi frustración, algo inesperado ocurrió. De repente, se abrió. Empezó a hablar más, no solo sobre sus experiencias diarias, sino también sobre aspectos más profundos y personales de su vida. Comenzó a compartir sus sentimientos y pensamientos sobre su familia, sus estudios, y lo más significativo: sus emociones más íntimas y vulnerables. Fue un momento revelador y transformador que marcó un punto de inflexión en nuestro trabajo conjunto.

Entendí de inmediato que lo que realmente necesitaba era ser escuchado con atención y empatía. Desde el comienzo de nuestras sesiones, le había transmitido una idea clave: “No creo que estés roto. Mi intención es ofrecerte un espacio diferente al que has conocido antes, un lugar donde simplemente pueda acompañarte en tu proceso de crecimiento.” Esta propuesta de crear un espacio seguro y libre de juicios parecía ser el catalizador que necesitaba para comenzar a abrirse.

Fue en una de nuestras sesiones cuando el tema de la ira emergió con gran intensidad. Al explorar más a fondo el origen de esa ira, nos encontramos con una verdad profunda: estaba profundamente enraizada en la vergüenza. La vergüenza de sentirse como si fuera malo, insuficiente, de haber sido etiquetado repetidamente como el niño irresponsable, rebelde, que no hace las tareas y, lo peor de todo, como alguien tonto e inútil. La fuente principal de estas etiquetas negativas era su madre, quien, sin querer, había contribuido a formar una imagen distorsionada de sí mismo en su mente.

En nuestra conversación, introduje el concepto de la Profecía Autocumplida y cómo el efecto Pigmalión podría servir como una herramienta poderosa en su vida. Le propuse un experimento mental: actuar como si fuera el mejor alumno, el mejor hijo, el mejor hermano. Le expliqué que, a veces, las personas aceptarían y apoyarían estas nuevas facetas, mientras que otras no tanto. Pero el aspecto más importante era el cambio interno que él experimentaría al comenzar a verse a sí mismo de una manera diferente. Este ejercicio se convirtió en una estrategia para desafiar las etiquetas negativas y explorar su verdadero potencial, una oportunidad para reescribir su propia narrativa.

A medida que avanzaba el tiempo, él comenzó a poner en práctica este experimento mental. Adoptó nuevas formas de ser y de comportarse, y comenzó a demostrar, tanto a sí mismo como a los demás, que podía ser diferente. Esta transformación no solo le permitió enfrentar el reto de manera efectiva, sino que también le proporcionó una nueva perspectiva sobre sí mismo y su vida. La calidad de su vida mejoró notablemente, y él continuó llevando a cabo este enfoque transformador con un renovado sentido de propósito y autoconfianza.

Espero sinceramente que, dondequiera que estés, hayas tenido la oportunidad de adoptar las etiquetas que realmente te gusten y liberarte de aquellas que te limitan. Que te hayas dado el permiso para ver y explorar tu verdadero potencial, al igual que este joven lo hizo. La verdadera transformación a menudo ocurre cuando nos damos la oportunidad de desafiar nuestras propias creencias limitantes y actuar en alineación con la persona que realmente queremos ser.

Recuerda que cada uno de nosotros tiene la capacidad de reescribir nuestra propia historia. La clave está en encontrar el coraje para dejar atrás las etiquetas que nos impiden crecer y abrazar las que nos inspiran a alcanzar nuevas alturas. El proceso de transformación personal es un viaje continuo de auto-descubrimiento y auto-mejora, y cada uno de nosotros tiene el poder de tomar las riendas de nuestra propia narrativa.