Contra lo que parecería, yo he estado encerrada en varios closets a lo largo de mi vida. No es algo evidente, puesto que quienes me conozcan sabrán que, de hecho, he dedicado gran parte de mi tiempo y energía a andar contando, más o menos de manera precisa, los vericuetos de mi vida. A los veintipocos, cuando publiqué por primera vez Corazones Frescos, Recién Lavados, me jactaba con orgullo de ser “un libro abierto”.

He aprendido con el tiempo que uno se hace adulto cuando empieza a guardar secretos. He conocido niños de diez años que ya comienzan a vivir la soledad y el aislamiento de lo oculto, gracias a padres inmisericordes que los forzan a callar historias que no son culpa de ellos, y conozco mi caso extraño, en el que logré llegar casi sin ellos a los veintiséis años. Creo que era el reflejo de ser parte de una familia donde todo se oculta, donde más que al amor se jugaba a la política, tanto que yo solía llamar a casa “Buckinham”... y no.era con agrado. En contraste, cuando por fin me liberé de papá y toda su rama familiar, decidí tener una vida diferente, en la que hubiera poco que ocultar y pudiera vivir de manera abierta, sin secretos y sin armarios, porque son cansados y aburridos. Sin embargo a veces.uno puede hacerlo todo bien y aún así tener que callarse las cosas. Resulta que, en ocasiones, puedes volverte políticamente incorrecta por hacer lo correcto, y entonces, más que en ningún otro momento, tu vida corre peligro. Porque la gente puede perdonarte que seas, para sonar como abuelita, ''de cascos ligeros'', de moral dudosa, de gusto evidente por.lo ajeno, pero nunca perdonará que hagas lo que ellos, en su fuero interno, consideran que deberían estar haciendo. Cosa que aprendí por las malas cuando pude salir de donde me había escondido y los vecinos, familia y amigos se enteraron de que era amenazada política.

Probablemente lo más duro fue que, en aquellos años del Peñismo tardío, nadie quería estar ni remotamente cerca de un amenazado político, porque digan lo que digan hoy en día, todo el mundo sabía que estar en contra del gobierno era practicamente una sentencia de muerte. Además estábamos pasados de moda porque en la tele y el radio nos decían “chairos” y se burlaban de nosotros todo el tiempo, hay que decir que con un humor particularmente poco creativo, y carente tanto de sinapsis como de vocabulario. Unos por miedo, otros por incomodidad y muchos más porque no éramos suficientemente “fashion”, todos cambiaban cuando se enteraban de que te habías jugado la vida enfrentándote como suicida al peñismo. Había quien dejaba de plano de hablarme, o corría lo más lejos posible de mí cuando presentía que tenia la letra escarlata. Esos eran dolorosos, especialmente cuando se trataba de viejos amigos. Pero los que me enojaron de verdad fueron los que lo disfrutaron. La prima, antes una de mis personas favoritas, que llegó a casa y se pasó una semana burlándose de mi pobreza. La vecina que, al enterarse, le dijo con petulancia a mi mamá que, por suerte, “sus hijos sí habían salido buenos”. El amigo de la familia que no perdía ocasión de repetir que deberian de matar a los revoltosos. Sí, fueron tiempos amargos. Si alguna vez he sido misántropa, fue en aquellos días aciagos.

Al final terminé por callarme el asunto de que era amenazada política, y evité hablar de cualquier cosa que tuviera que ver con el tema, por lo que me pasé unos cinco aburridisimos años hablando de perros y gatos, del clima y de las mejores técnicas de bordado. Aburridisimo, ya les digo. Supongo que así de frustrado se ha de haber sentido mi ex el gay saliendo conmigo para que no se enteraran de que le gustaba mi amigo. Los closets son solitarios, frustrantes y descorazonadores. Por eso hoy, que al fin he salido de mi armario político, me siento tan extraña y benditamente libre. Así es, mundo. Soy amenazada política y ya lo dije, y ya lo supieron, y van a tener que acostumbrarse al hecho. Desde este lado de la silla se siente como si me hubiera envuelto en la bandera arcoiris con un letrero de “sólo quiero besar mujeres”. Porque pasa con este closet lo que pasa con todos los closets del mundo: siempre dejan de lado a un montón de gente que de hecho no te juzga ni te ataca por ser quien eres. Como un par de amigos que se están tomando bien la sorpresa, y especialmente como mi nuevo proto-galán, que aparentemente considera que es diverrtido estar cerca de alguien con una vida tan emocionante. Se siente bien esto de volver a ser un libro medianamente abierto. Había olvidado cómo se sentía no estar sola enmedio de multitudes.

¡Buenas letras!

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ésta solía ser yo cuando estaba en Twitter y aquí fue donde me metí en problemas la última vez que fui escritora