Así pues, he llegado viva hasta aquí. No sé cómo sucedió, porque como en las buenas películas, se necesita un momento para entender que se ha sobrevivido, que de alguna manera milagrosa se conservaron las extremidades, la cabeza y hasta la mayor parte de la sangre. Mi vida en este momento se siente como aquél silencio que sólo el mar puede crear, en el que todo calla, hasta las olas, y la opresión en el pecho te hace saber que viene una tormenta.

Hace nueve años, cuatro meses y dos semanas publiqué por última vez algo que hubiera salido de mi pluma, de manera directa y utilizando mi verdadero nombre, que como saben ustedes, los que realmente me conocen, es y será @locasinloquero, así, con la @ porque uno puede ponerse el nombre como le plazca. Algunos de ustedes (cuánto los amo) me han preguntado en mi viejo blog, amadas ruinas de quien fui alguna vez, cuándo volveré, si pensaba volver. Algunos hasta me reclamaron, con toda razón, por mi larga, larguísima ausencia.

¿Qué puedo decirles ahora que he vuelto? Debo una explicación y sin embargo, ahora aquí, frente a la pantalla, me cuesta resumir los últimos nueve años de terror. Digamos, entonces, que el mundo es un lugar más aterrador de lo que yo creía a los 28, y que aparentemente escribir poesía es un acto revolucionario. Que cuando me di cuenta no dejé de hacerlo, sino que ataqué con más ímpetu, y que la conclusión obvia a la que la vida me llevó fue que había sido mala idea ir a la guerra sin pistola... literalmente. No llevaba ni un cuchillito de plástico, qué vamos a hacerle.

Hay quienes opinan que quisieron callarme y lo lograron. Tal vez tengan razón. Resulta que cuando te enfrentas a la muerte lenta y dolorosa, a que te arranquen el rostro con un pelapapas en vida (lo hacían) y a que además maten a tu familia, a quienes amas... no todos somos valientes. O tal vez encontré maneras originales de seguir luchando y decidí que tenía más posibilidades si dejaba de escribir, ¿cómo saberlo? No seré yo quien lo diga y probablemente tampoco ustedes quienes lo averigüen. Así que quedémonos con la teoría de que soy una cobarde. La prefiero.

Pero si soy una cobarde, soy una cobarde que nunca ha dejado de amarlos. Que los ha extrañado hasta las lágrimas cada día que no he podido escribir. Que soñó con recibir la carta anhelada en que el Destino dijera “puedes volver”. Ese día vino, con su brisa fresca, con su sabor a primavera, con su olor a jacarandas, hace dos semanas. Y aquí estoy, bajando del barco legendario de mi exilio mental, prendiendo la computadora, volviendo a casa. Me quedan aún los mareos del viaje, me faltan los dientes que perdí en la batalla, pero estoy de una pieza, con los dedos necesarios para seguir escribiendo. Es un milagro, y uno de esos que pienso compartir con ustedes. Si me permiten, esta es mi forma de decir “Hola, he vuelto”.

Les dejo letras llenas de luz, voy a fumar un cigarro a ver si el humo me para la temblorina emocionada.

¡Buenas letras!

¿quieres seguir platicando?

Si quieres platicar, te veo en Mastodon si quieres ver el vídeo de mi triunfal regreso a los escenarios

o si quieres ir a morbosear mi vida anterior...

ésta solía ser yo cuando estaba en Twitter y aquí fue donde me metí en problemas la última vez que fui escritora